El desafío inicial consistió en adaptarnos al aislamiento, en buscar formas de ocupar el tiempo, en probar cosas nuevas y reinventarnos. La meta era una actividad física, algún hobby nuevo, encontrar una lectura que nos llame la atención o la creatividad para entretener a los hijos y que puedan sobrellevar el encierro de la mejor manera posible.
Las noticias principales estaban siempre orientadas al virus, a su impacto en el organismo, a los medicamentos o a la vacuna que sería la solución. Al principio, el impacto psicológico de esta cuarentena se subestimó y en la medida que fue transcurriendo el tiempo, la ansiedad, el miedo y la angustia empezaron a hacer eco y de pronto, teníamos un nuevo reto, aceptar la nueva forma de vivir; con mascarilla, lejos del otro y privados de muchas actividades. Los niveles de ansiedad y estrés empezaron a elevarse y a generar dificultades en nuestras relaciones familiares, de pareja e incluso a tener un impacto significativo en los niños y adolescentes. En este duro camino, muchas personas perdieron a sus seres queridos a la distancia, vivieron su duelo a solas, sin rituales ni despedidas. Los adultos mayores volvieron a ganar el lugar que habían perdido y muchos sintieron que valían más de lo que creían. Las personas se enfrentaron con sus propios temores y al estar en encierro era inevitable escapar de ellos, hubo que hacerles frente y muchos los vencieron y pudieron crecer, pero otros todavía no lo han superado y están tratando de dar un paso pequeño a la vez para seguir.
Hoy, después de casi siete meses, la pandemia empieza a mostrarnos su peor secuela: el deterioro significativo de la salud mental de todas las personas, que no ha distinguido ni género, ni edad ni cultura. Todos en algún punto hemos sido afectados en mayor o menor medida. Un grupo de personas ha desarrollado trastornos de ansiedad, depresión, trastornos obsesivos compulsivos durante la pandemia, otros han cronificado los síntomas que tenían antes de la pandemia, y otros han tenido algunos síntomas pasajeros pero que en su momento generaron malestar de igual forma. Por otra parte, surgieron conflictos a nivel de relacionamiento interpersonal, parejas se separaron, tuvieron mayores conflictos y peleas, hijos comenzaron con conductas llamativas como desmotivación, falta de responsabilidad o actitudes rebeldes. El miedo ha sido la emoción común en las personas, ha paralizado y ha sesgado el comportamiento de las personas, llevándolas a actuar en muchos casos de forma irracional. El impacto es claro a la vista de todos.
Existe una relación directa y bidireccional entre nuestra salud mental y física. Ambas tienen la misma importancia y se conectan de forma intrínseca. Cuando las personas estamos en un constante estado de estrés o ansiedad producimos sustancias químicas como la adrenalina y cortisol, que en grandes cantidades pueden ser perjudiciales para nuestro sistema inmunológico ya que disminuyen nuestras defensas y nos exponen a estar más vulnerables a virus y bacterias. Sin embargo, por otra parte, también tenemos la capacidad de producir sustancias saludables para nuestro cuerpo como las endorfinas, oxitocina, dopamina y serotonina que se generan a partir de un estado de equilibrio emocional al realizar actividades que nos gustan, durmiendo lo suficiente, comiendo saludable y teniendo relaciones personales afectuosas; buscando el bienestar.
¿Por dónde empezar? El primer paso es identificar en qué hemos sido afectados, es importante detenerse y autoevaluar cómo nos sentimos en el presente, qué sensaciones, qué pensamientos, qué temores tenemos y cómo estamos actuando y moviéndonos en esta nueva normalidad. El siguiente paso tiene que ver con aceptar eso que sentimos, y buscar una solución que nos lleve a generar bienestar en nuestra vida. En este punto, es importante hacer énfasis en que el bienestar lo construimos y lo buscamos nosotros mismos, no sucede de forma mágica ni te lo dan otras personas; y aun estando en este momento de la vida, a pesar del COVID y sus implicancias, lo podemos alcanzar, simplemente tenemos que quererlo lo suficiente. Si nos cuesta encontrar ese bienestar, es más valiente buscar la ayuda que necesitamos, siempre hay alguien disponible para contenernos, guiarnos y orientarnos.
Si hay algo positivo que la pandemia ha dejado, tiene que ver con la capacidad de adaptabilidad y flexibilidad que los seres humanos podemos tener para sobrevivir y sobrellevar una situación de amenaza. Todos hemos podido descubrir fortaleza, determinación, voluntad, decisión, tolerancia, compasión, paciencia y muchos recursos más que estaban escondidos y que han salido a flote en determinados momentos.
El siguiente desafío será reconstruirnos a partir de la nueva normalidad, empezar a quitarle poder al miedo, volver a disfrutar de pequeños momentos y tomar nuevamente el control de nuestras vidas. Hoy más que nunca, se prioriza la salud mental.
Lic. Corina Montilla
PSICÓLOGA